Eliseo Tejeda Olmos
Teléfono Rojo
¡Ay! mi Veracruz. No se me ocurrió otra frase para comenzar mi columna en estos aciagos días para mi bello estado, azotado por una ola de muertes violentas y horrendas por la manera de ejecutarlas.
Provocan lo que persiguen: miedo, zozobra, angustia, aunque hay que decirlo, estas no se presentan en todos los veracruzanos, porque hay quienes se sienten y saben a salvo, pues su poder temporal los mantiene al margen de esa violencia que acecha a los ciudadanos comunes y corrientes, que carecen de guardias fuertemente armados que los protejan.
El inerme rebaño en que han convertido a este "rinconcito de patria que sabe sufrir y cantar" se dispersa cuando los depredadores atacan a sus escogidas víctimas para destrozarlas. Los sobrevivientes se congratulan porque no les ha tocado y se amparan a su personal devoción para pedir que no les toque, pues como citan otros columnistas, no queda más que suplicar a la Divinidad que evite la agresión del impune porque la justicia terrenal no existe, ni los cuerpos de seguridad del Estado funcionan.
Veracruz, el estado que todo lo tiene reza un eslogan publicitario, ha dejado de tener bienes tan preciados como la seguridad y la tranquilidad para propios y extraños, lo cual afecta a todos los que trabajan por este estado y de los cuales, muchos confiaron en un gobierno que les debe y con el paso de los días se ve que terminará por no pagarles, aunque las manifestaciones sean diarias y se radicalicen.
Mientras tanto, en lo que ya es una parodia de justicia, en los medios de comunicación se repite la fábula de Pedrito y el Lobo: ya vienen por ellos; ya investigan; se arman expedientes; se les expulsa y quitan derechos partidistas, lo que de nada sirve a los veracruzanos y se cumple la burlona sentencia de "aquí no pasa nada".
Y para rematar, hasta miembros de la misma cofradía que dejará en la ruina financiera y destrozada seguridad a Veracruz, se deslindan y señalan "allá va el ladrón".
¡Ay! mi Veracruz.
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