Teléfono Rojo
Eliseo Tejeda Olmos
Aunque de entrada pareciera injusta la propuesta de la directora del DIF Municipal, Guadalupe López Ramírez, de que automovilistas no den dinero a niños que lo piden en los cruceros de las calles, hay que reconocer que es una sugerencia acertada.
Desafortunadamente para los menores de edad, algunos de tan sólo cuatro o cinco años, sus padres han encontrado en ellos una fuente de ingresos que supera un salario mínimo general en nuestra región C de 51.95 pesos diarios.
Un solo infante puede reunir hasta 200 pesos diarios pero con una jornada de explotación de hasta 12 horas –de las 8 de la mañana a las 8 de la noche, por ejemplo- y si el dinero fuera para ellos, pues que bueno, tendrían alimentación oportuna y un lugar decente donde vivir además de oportunidades de desarrollo.
Sin embargo, cualquiera con “tres dedos de frente” como se dice de manera coloquial, sabe que ese dinero es para los explotadores del niño y peor aún, para personas sin escrúpulos que piden “prestados” a los chamacos para “pasearlos” en la ciudad si no es que se da otra situación más horrorosa: han sido arrebatados de sus hogares.
Explicado de esta manera, creo que seguramente nadie querrá cooperar con la explotación de los niños en las calles, que excepcionalmente han decidido estar allí por decisión propia porque huyen de la violencia y abuso intrafamiliar.
Hay que aplaudir la preocupación del DIF Municipal que preside Mariana Munguía de Velasco por recorrer las calles para detectar y tratar de corregir, dentro de sus atribuciones la explotación que se hace de los pequeños y que demanda el apoyo de la fuerza pública, de la Procuraduría de la Defensa del Menor y la Familia dependiente del DIF estatal e incluso de la General de Justicia, dado el caso.
Pero como dice Guadalupe López, sin el apoyo e interés ciudadano poco se puede lograr. Cada vez que vea un niño en el crucero pidiendo dinero, aprovechando el tráfico detenido o el semáforo en luz roja, si puede y le interesa, mire con atención alrededor, no le costará trabajo descubrir a prudente y discreta distancia al explotador.
Este puede ser un adulto, hombre o mujer o un adolescente o joven, que vigila al niño o niña y lo ordena ser efectivo al pedir, sin importarle que el pequeño arriesgue la vida ya que por su estatura la mayoría de las veces no es visible para el conductor de una camioneta y no se diga de un autobús o camión de dimensiones similares.
No seamos cómplices de la explotación ni permitamos que los explotadores utilicen a los niños y niñas como su fuente de ingresos, al darles dinero les decimos que es rentable esa ilícita actividad y alentamos peores actitudes en detrimento de los pequeños.
Y para concluir es oportuno apuntar que otro tipo de explotación se está dando en las tiendas Chedraui y Super Che de esta ciudad, aprovechando la necesidad que tienen ancianos solos o abandonados de trabajar como “cerillos” en esos establecimientos y vivir de las propinas que les dan los compradores.
Tuve la oportunidad de platicar algunas veces con don Antonio Chedraui Caram, fundador de los super Chedraui. Hombre sencillo y en constante esfuerzo por ser justo y enseñar a sus hijos que el dinero se consigue trabajando, pues les tenía asignada, cuando eran jóvenes estudiantes, una cuota que debían administrar pues no les autorizaba extras sin justificación válida.
Gracias al esfuerzo de don Antonio, sus descendientes han tenido una vida mucho más cómoda que él mismo y pues ni idea tengo si también aprendieron sus valores, pero ojalá y alguien cercano les informe los abusos que empleados menores cometen con los ancianos (as) “cerillos”, a los que imponen tareas que nada tienen que ver con su labor de empacadores.
Sería fácil decir que la familia Chedraui “está de acuerdo” en el maltrato a los ancianos, pero conociendo la calidad humana, no es descabellado intuir que de iniciativa propia los empleados menores ponen cargas laborales, como la limpieza de espacios u otras, a los “cerillos” que son sobajados por quienes ni siquiera son suficientemente inteligentes para reconocer que “como te ves me ví y como me ves, te verás”.
Comentarios a telefonorojo2006@yahoo.com.mx
Eliseo Tejeda Olmos
Aunque de entrada pareciera injusta la propuesta de la directora del DIF Municipal, Guadalupe López Ramírez, de que automovilistas no den dinero a niños que lo piden en los cruceros de las calles, hay que reconocer que es una sugerencia acertada.
Desafortunadamente para los menores de edad, algunos de tan sólo cuatro o cinco años, sus padres han encontrado en ellos una fuente de ingresos que supera un salario mínimo general en nuestra región C de 51.95 pesos diarios.
Un solo infante puede reunir hasta 200 pesos diarios pero con una jornada de explotación de hasta 12 horas –de las 8 de la mañana a las 8 de la noche, por ejemplo- y si el dinero fuera para ellos, pues que bueno, tendrían alimentación oportuna y un lugar decente donde vivir además de oportunidades de desarrollo.
Sin embargo, cualquiera con “tres dedos de frente” como se dice de manera coloquial, sabe que ese dinero es para los explotadores del niño y peor aún, para personas sin escrúpulos que piden “prestados” a los chamacos para “pasearlos” en la ciudad si no es que se da otra situación más horrorosa: han sido arrebatados de sus hogares.
Explicado de esta manera, creo que seguramente nadie querrá cooperar con la explotación de los niños en las calles, que excepcionalmente han decidido estar allí por decisión propia porque huyen de la violencia y abuso intrafamiliar.
Hay que aplaudir la preocupación del DIF Municipal que preside Mariana Munguía de Velasco por recorrer las calles para detectar y tratar de corregir, dentro de sus atribuciones la explotación que se hace de los pequeños y que demanda el apoyo de la fuerza pública, de la Procuraduría de la Defensa del Menor y la Familia dependiente del DIF estatal e incluso de la General de Justicia, dado el caso.
Pero como dice Guadalupe López, sin el apoyo e interés ciudadano poco se puede lograr. Cada vez que vea un niño en el crucero pidiendo dinero, aprovechando el tráfico detenido o el semáforo en luz roja, si puede y le interesa, mire con atención alrededor, no le costará trabajo descubrir a prudente y discreta distancia al explotador.
Este puede ser un adulto, hombre o mujer o un adolescente o joven, que vigila al niño o niña y lo ordena ser efectivo al pedir, sin importarle que el pequeño arriesgue la vida ya que por su estatura la mayoría de las veces no es visible para el conductor de una camioneta y no se diga de un autobús o camión de dimensiones similares.
No seamos cómplices de la explotación ni permitamos que los explotadores utilicen a los niños y niñas como su fuente de ingresos, al darles dinero les decimos que es rentable esa ilícita actividad y alentamos peores actitudes en detrimento de los pequeños.
Y para concluir es oportuno apuntar que otro tipo de explotación se está dando en las tiendas Chedraui y Super Che de esta ciudad, aprovechando la necesidad que tienen ancianos solos o abandonados de trabajar como “cerillos” en esos establecimientos y vivir de las propinas que les dan los compradores.
Tuve la oportunidad de platicar algunas veces con don Antonio Chedraui Caram, fundador de los super Chedraui. Hombre sencillo y en constante esfuerzo por ser justo y enseñar a sus hijos que el dinero se consigue trabajando, pues les tenía asignada, cuando eran jóvenes estudiantes, una cuota que debían administrar pues no les autorizaba extras sin justificación válida.
Gracias al esfuerzo de don Antonio, sus descendientes han tenido una vida mucho más cómoda que él mismo y pues ni idea tengo si también aprendieron sus valores, pero ojalá y alguien cercano les informe los abusos que empleados menores cometen con los ancianos (as) “cerillos”, a los que imponen tareas que nada tienen que ver con su labor de empacadores.
Sería fácil decir que la familia Chedraui “está de acuerdo” en el maltrato a los ancianos, pero conociendo la calidad humana, no es descabellado intuir que de iniciativa propia los empleados menores ponen cargas laborales, como la limpieza de espacios u otras, a los “cerillos” que son sobajados por quienes ni siquiera son suficientemente inteligentes para reconocer que “como te ves me ví y como me ves, te verás”.
Comentarios a telefonorojo2006@yahoo.com.mx
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