lunes, 3 de octubre de 2011

La libertad de opinar e informar


Teléfono Rojo
Eliseo Tejeda Olmos

¡Que tiempos tan difíciles! para ejercer el periodismo en su más pura expresión, es decir, no solamente informar, comunicar, sino opinar sobre lo que sucede en estos días aciagos para todos los mexicanos, hombres, mujeres, jóvenes, niños y niñas.
Situados a dos fuegos, los periodistas tendríamos que ser como el dios romano Jano, ese que tiene dos caras con las que puede ver adelante y atrás, para estar siempre alertas ante la agresión cobarde y artera que muchos cometen cuando la opinión y la expresión oral, escrita o en radio y televisión no les gusta.
Desafortunadamente no es así, no es posible y tenemos que cuidarnos de los siempre descontentos de oficio y oficiosos que en su deseo de quemar incienso a los hombres del poder, actúan por mandato o iniciativa propia para agredir y hasta asesinar periodistas, con el propósito infame de que la sociedad, los ciudadanos pensantes, no sean convocados a la reflexión o acciones para cambiar lo que está mal.
Apenas este primer día de septiembre de 2011 fueron encontrados los cuerpos sin vida de las periodistas Ana Marcela Yarce Viveros y Rocío González Trápaga, la primera fundadora y colaboradora de la crítica revista Contralínea y la segunda periodista independiente después de trabajar para Televisa.
Los ciudadanos no solamente piden, exigen del periodista una actitud heroica y déjenme decirles amables lectores, que los reporteros se esfuerzan casi siempre por cumplir con lo que consideran un deber: informar a tiempo y con veracidad lo que ocurre pese a los obstáculos que encuentran no solamente afuera de sus redacciones, sino lamentablemente dentro de ellas.
Han caído víctimas inocentes en estos tiempos de violencia e incertidumbre en todo el país, les han sido considerados como “daños colaterales”. La sociedad ha protestado y protesta por esas muertes, pero cuando un periodista cae a consecuencia de lo que informa u opina, solamente sus compañeros protestan y no todos lo hacen, porque podrían ser despedidos de sus periódicos o noticieros.
En esta época en que los derechos humanos esenciales de los hombres y las mujeres son defendidos a capa y espada, no está de más reproducir lo que establece el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.”
A los Periodistas caídos, deseamos que Descansen en Paz, que afortunadamente para la sociedad y los ciudadanos, se podrá matar a los hombres pero no a sus ideas.
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